martes, 16 de junio de 2015

Capítulo preliminar




Muerte en Spring fall

1
Robert Smith

      Robert se preparó esa mañana de agosto para iniciar su jornada de trote intenso. Verificó a través de la ventana si el clima le favorecería y en efecto, así era. No obstante, tal como acostumbraba cada mañana del día domingo, se dispuso a beber una buena taza de café y un par de tostadas. La luz pronto se vertió por entre las cortinas para dejar percibir un poco la calidez que acompañaría el hermoso día. Por supuesto, ya habían pasado los tristes días de lluvia y el entero pueblo se sentía mucho más confortable que en meses anteriores.
     Durante un buen tiempo, que pareció un abrir y cerrar de ojos, se limitó a  ver la foto de su amada esposa. La mujer más tierna que había conocido, fue un amor salvaje pero fugaz. La ausencia de la amada ya no le afectaba tanto como él pudiera pensar pero en su interior, aún le escocía la tristeza. A pesar de divagar antes de llegar a casa luego de las jornadas de trabajo, aun se sentía vacío. Todavía extrañaba el lecho marital, las caricias, besos y juegos a los que se había acostumbrado; ya no ocurrían.  Por un lado, tenía la ventaja de que ya no debía gastar dinero pagando manutención, ni comprando vestidos o joyas para su mujer, mucho menos costeando las altas matrículas universitarias mientras ella terminaba su posgrado en medicina. Pocas semanas, luego de que Susan se hubiese marchado, él decidió despedir a su ama de llaves, la señora Collins. No se podía negar que hacía un excelente trabajo pero hasta su perfume barato le recordaba ahora a su antiguo amor. ¿Qué más podía hacer en ese caso? A Robert le pareció, en mas de una ocasión, que era una fanática de la limpieza y aunado a eso, de auscultar la vida de la feliz pareja. No obstante, no se podía obviar su eficacia a la hora de mantener las labores domésticas en su respectivo orden.
      Se levantó del oscuro sillón, su favorito a la hora de leer. Este hábito era de sus favoritos y cada noche se dedicaba a las páginas de algún nuevo ejemplar de su biblioteca. Otros eran enviados por alguna de sus librerías favoritas tras verificar las existencias, otros eran traídos de diversos países.  De hecho, para algunos de sus pocos amigos se trataría de una biblioteca bastante envidiable, aun cuando los textos eran mas accesibles a través de la pantalla del ordenador. Entonces, descorrió las cortinas de la habitación con firmeza a fin de dejar penetrar plenamente la luz del día recién establecido y en efecto, así ocurrió. El hermoso jardín que daba la bienvenida a casa se dejaba alimentar del agradable clima mañanero.
     El jardín se hallaba incólume tras los cuidados del señor Miller. Era un excelente jardinero quien venía las veces que fuese necesaria su presencia, para atender las mínimas complicaciones bucólicas. Antes de comprar la casa, lo primero que había querido visualizar fue el jardín. En realidad, el terreno en el cual diseñaría el mismo, puesto que originalmente no tenía el aspecto de ahora. Todo este esfuerzo correspondía a la prodigiosa mano del señor Miller y al versátil ingenio de Robert. Semanas atrás, conversó sobre el tema a fin de concretar la situación en torno al jardín.
-          De hermosear este jardín me encargaré de manera exclusiva yo- señaló de manera tajante y no admitía ningún argumento al respecto; sin embargo, la vieja señora Collins lo miró de manera severa-. ¿Tiene usted algo que opinar al respecto?- Inquirió de manera abrupta. Era de esperarse la reacción del ama de llaves puesto que por lo general, siempre le tocaba el trabajo de jardinería. Además, se sentía orgullosa de ello. Aún así, no opinó al respecto.
-          No, señor Smith. Esta es su casa y su jardín, puede usted disponer de ellos como mejor le apetezca. Después de todo, sólo soy una empleada. Además, yo creo que a la señora Smith le encantará ver que su marido se encargue de la respectiva decoración externa de la casa. Quizás sembrando rosas, un poco de frutas u otro tipo de árboles, ¿no le parece?
-          ¿Mi mujer? – preguntó algo nervioso- ¿qué tiene ella que ver con el mismo?- Preguntó algo nervioso-. El diseñar cosas es mi trabajo, eso me ayuda a calmar el stress del trabajo- sostuvo a fin de abrillantar el tono de su voz.
-          No quería ser imprudente, señor Smith. Tanto usted como su esposa tienen el derecho de disfrutar de su nueva casa de la manera que mejor les parezca. Ya se lo he dicho antes.
-          Bueno, necesito estar en sana tranquilidad por un rato. Necesito pensar, descansar un rato. Prefiero estar a solas. Tenga la bondad de salir, gracias. –Dijo esta vez pero ya relajado. Se quedó mirando por la ventana mientras sus ojos, minutos después, se cerraron por un rato.
-          Como usted diga- sostuvo la mujer para luego preguntar: ¿Cuándo volverá?
-          ¿Quién?- Preguntó Robert; la anciana lo miró como si no hubiese entendido sus palabras.
-           La señora Smith… su esposa. ¡Supongo que pronto llegará!
-          Ah ya veo, claro, estaba abstraído. No lo sé, supongo que llegará a entradas horas de la noche. Es probable que tenga doble turno- apuntó con sequedad, dando por finalizada la incómoda conversación. En ese momento pensó en llamar al servicio de urgencias del hospital central; necesitaba escuchar su voz a fin de no sentirse perdido en aquella casa tan grande.
    No obstante, prefirió tomar una cena ligera antes de dormir, se encontraba exhausto. Las mudanzas no eran sus favoritas. Después de todo, pronto conviviría de manera agradable con su esposa, aun cuando ella siempre hacía sentir sus diversas incomodidades por sus graves defectos como esposo. Al menos así lo veía ella.
    Era probable que la opinión de Susan sobre el jardín no importara. Vendría a ser una de las cosas que menos le interesarían de la casa, si es que le interesaba algo que no fuese ella misma y su carrera profesional. La ornamentación y el diseño que había dibujado Robert eran preciosos. Se necesitarían bastantes recursos económicos y tiempo, además de una prodigiosa mano de obra para lograr tal fin. De hecho, esas eran cosas que no le importaban a él puesto que tras conseguir la ayuda de Miller, todo el resto sería mas fácil.
La casa era una hermosa mansión antigua de dos pisos con grandes ventanales. Había sido construida por los primeros pobladores del pueblo. Una vivienda majestuosa con historia dentro de los habitantes. Tenía amplísimos salones y calefacción propia gracias a la chimenea que seguía funcionando tras el mantenimiento y  correcto cuido. El jardín se levantaba alrededor de la casa, luego de las ideas del señor Miller. Era un jardín florido con una fuente en el medio que dejaba descansar a varios ángeles juguetones que se reían entre sí. Desde la ventana de la sala principal se permitía el acceso directo a la primera parte del jardín. Había surgido la idea en algún momento en la mente de Smith de transformarlo, eliminando para ello la fuente de los ángeles y hacer un pequeño lago artificial en el cual nadaran algunas aves. Por el momento, la idea estaba en expectativa pospuesta, luego vería.
     Volviendo al paisaje, no lo desaprovechó sino que abrió las ventanas de par en par, esperando oír el alegre canto vespertino de las aves que se arremolinaban encima de uno de los frondosos árboles del jardín. Tras salir e iniciar la caminata bajando las escaleras, vio algo que le llamó la atención. Una patrulla policial asaltó el empedrado de la entrada principal, cerca del estacionamiento con la sirena a todo volumen. Era raro porque en este pequeño pueblo llamado Spring fall no ocurría nada que ameritara toda esta algarabía y menos un domingo a las ocho de la mañana.
    Tras un gesto de molestia alargó la mirada y, algunos metros más allá de la patrulla inicial, visualizó la realzada figura de un policía con una prominente barriga. Supo que se trataba de Émile Gold, el detective encargado mientras el inspector en jefe regresaba de sus ocupaciones fuera del país. El hombre pisó algunas de las plantas del jardín, lo cual fue considerado como un exabrupto total por parte de Smith.
-          Oiga, por favor no pise las plantas. Se trata de begonias recién florecidas- Explicó Smith con voz fuerte. Le resultaba un abuso por parte del oficial dañar tan hermoso ejemplar en flor.
-          Disculpe usted, señor Smith. Me temo que no es una visita de cortesía. –Todo esto los dijo de modo que cada sílaba resbalara por su paladar y chocara con sus dientes. Se veía en sus ojos una sed de obtener una mala reacción por parte de su interlocutor.
-          Entonces dígame qué desea sin tanto preámbulo. Tanto usted como su equipo me parece que no saben quién soy yo, y si bien estamos a domingo, estoy un tanto ocupado. – Se podía medir el desprecio de Smith hacia el uniformado en decibeles mientras hablaba.
-          Sí, lo lamento. Pues bien, iré al grano. Necesitamos que no oponga resistencia y nos acompañe usted a la estación de policía. Debemos hacerle unas cuantas preguntas, señor Smith, es importante.
-          Ya veo, pues no entiendo porqué opondría resistencia. No se trata de un arresto. En caso de ser así, entonces tendrían que vérselas con mi abogado. Usted me indicará si le llamo y le demando por daños en una propiedad pri-va-da. Creo que no es el caso. Ahora si desea usted hacer preguntas, porqué no las hace de una vez. No veo la necesidad de acompañarle. – Ya la conversación empezaba a tomar forma, justo para aburrir a Smith.
-          De ser así, creo que no es una buena idea. Solo queremos conversar con usted. Además, nos disculpamos por sus begonias; si insiste en llamar a su abogado, hágalo. Es su derecho constitucional pero no se trata de una audiencia legal sino una conversación informal.
-          Dígame entonces, oficial, cuál es el tema tan importante que amerita tantas preguntas importantes. –Su tez permitía algunas perlas de sudor mientras las manos hacían lo propio.
-          Su esposa, ese es el tema de nuestra conversación- Gold dijo esta frase mirando directo a los ojos de Smith para no permitirle tiempo de pensar.
-          ¡Maldición! ¿le habrá ocurrido algo a Susan?- Pensó para sus adentros. No sabía lo que ocurría con el pueblo últimamente. Todo se había convertido en un pronto pandemónium de manera muy rápida. La policía a cargo de Gold era en realidad una suerte de inquisición medieval.
-          “Ni modo, tendré que acompañar a este hijo de perra. Solo quiere obstinarme por la envidia que me tiene. Después de todo, soy uno de los hombres más acaudalados de este insignificante pueblucho”- se dijo con resignación, aunque tal cosa no le importaba demasiado;  pasaría el resto de sus días en aquel insignificante pueblo.
      Spring fall era un lugar bastante agradable y tranquilo, demasiado tranquilo para algunas personas. Una de esas personas era Robert Smith. En realidad era un confortable pueblo en el cual nunca pasaba nada fuera de lo común. La mayoría de las personas se conocían y muchos de ellos habían crecido juntos. Robert había buscado un lugar en el cual pudiese escapar del vertiginoso ruido de la ciudad, las grandes empresas y la comercialización aunada a la publicidad incandescente. Sabía que si deseaba llegar a vivir la mitad de su vida de un modo ameno, debía mudarse pronto. De modo que cuando su asesor de bienes y raíces le mostró algunas fotos de casas antiguas, quedó cautivo de manera inmediata al ver su nuevo hogar en las inmediaciones del pequeño pueblo conocido como Spring fall. Al principio pensó que le pesaría esa repentina decisión pero eso no ocurrió. Su único deseo había sido formar una familia con Susan además de llevar una vida cómoda tranquila y apacible. Incluso cuando falló la posibilidad de tener vástagos, no se sintió frustrado sino más bien aliviado. De modo que ahora solo tenía la vida que tanto había soñado. Situación que mas temprano que tarde, pronto cambiaría.
     En algo concordaban los pocos amigos que tenía Robert. Se trataba de un tipo contento con su vida, sus logros y su vida familiar, aunque claro está, no precisamente en ese orden. Eran pocos los que tenían la posibilidad de entrar en su vida y la de su mujer. No obstante, los que lo conocían, señalaban que se trataba de un hombre inteligente con los negocios, muy altruista, cordial, bien educado y protector a capa y espada de su vida íntima. Sus palabras en ocasiones resultaban mordaces y directas, tal como cuando una serpiente se encuentra acorralada. Algunos de sus compañeros de trabajo sostenían que era demasiado directo para decir las cosas y eso, en ocasiones, le había traído el desdén de otros. En realidad, nada de eso era relevante para Robert.
     En conclusión, Robert Smith era el vecino, marido y compañero de trabajo ideal. El tipo de persona que no necesita exagerar nada de sí mismo, se presenta justo cuando se le necesita y acude a veces sin ser llamado. Parece estar justo en el momento en el que se necesita de su presencia. Quizás esa fue la razón por la cual a los vecinos de Spring fall no podía dar crédito al noticiero local tras saberse que Robert Smith era un impostor, un villano de la peor calaña: un asesino a sangre fría. A pesar de eso,  esa mañana cuando acompañó de buena fe al oficial encargado Gold en su patrulla policial, Smith seguía siendo un perfecto y ejemplar ciudadano, un sonriente marido y un trabajador sin igual. Nada le permitió sentirse intranquilo como para pensar que desde ese momento su vida cambiaría de manera abrupta en pocas horas y ya no podría visualizar su jardín tan libremente como se había acostumbrado.

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La libertad como fundamento de todos los valores

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Por Richard Sosa 
Profesor de Castellano y Literatura
 Artículo publicado en la revista Derrotero Educativo; órgano divulgativo. Año 2. Nº2. Caracas-Venezuela.
Año 2014
 



La educación es un medio privilegiado, sin lugar a dudas, de crecimiento personal para nosotros como individuos y nuestra sociedad; en este desafío que significa la educación, cada uno de los que intervenimos en ella tenemos ante nosotros el reto de descubrir los valores que fundamentan nuestra propia existencia y su sentido pleno. De hecho, ese descubrimiento debería convertirse en meta por excelencia del vivir humano: cuestionarse el sentido de la vida, de la vida en general, y asumirlo, ya que en palabras de Frankl (1966) “el ser hombre equivale a  ser consciente y responsable”(p.23). Precisamente coincidimos en el hecho de que el hombre pensante y razonable, se detiene a evaluar su propia existencia. Esta no debe carecer nunca de sentido, y definitivamente, se alcanza a través de la vivencia e incorporación de los valores.
Ahora bien, debemos preguntarnos entonces: ¿Qué son los valores? ¿Qué repercusiones tienen los valores en la vida de todos los seres humanos, para mal o para bien? y ¿qué podemos deducir sobre lo que plantea  Jean Paul Sartre sobre lo que significa el término libertad en su obra El existencialismo es un humanismo?
En primera instancia, tenemos que identificar lo que serían los valores. Sin embargo, es difícil dar una definición de lo que se aprecia como  valores puesto que el “concepto” dependerá de quien lo percibe y de una serie de elementos que no forman parte de este texto. Algunas características que se le adjudican a los valores son las que emplea Pereira de Gómez (1998) cuando dice que estos son: 

 Una cualidad “objetiva” de todos los seres (personas o cosas) que las hacen deseables o apetecibles. Todo lo que contribuye al desarrollo, realización y superación del hombre. Aquello que da sentido a la vida del hombre y de los pueblos. Aquella cualidad del alma que la mueve a acometer empresas difíciles, venciendo  obstáculos y arrostrando peligros (acepción psicológica del término). (p.110)
Ahora bien, siempre y cuando estos vayan orientados con un fin educativo en el cual se promocione la persona y se desarrollen sus capacidades dentro de un contexto social, estos valores contribuirán al desarrollo del individuo en sí mimo. Al entender que el hombre es una totalidad unitaria con sus saberes, experiencias y sentires. De esta manera, entendemos que la educación debe ser proporcionada de manera integral.
Decimos esto porque si vivir por unos valores es realizarse, entonces sólo lograremos un desarrollo armónico de la personalidad  de nuestros estudiantes si logramos vertebrar en los programas educativos las diferentes especies de  educación con los respectivos valores de manera global, ya que por tratarse de valores humanos, no deberían estar fragmentados como tampoco ocurre con nuestra realidad.
      Es importante entender que los valores orientan los objetivos educativos, porque son la motivación última de toda conciencia humana. Por eso, suscitar valores y crear actitudes debe ser el contenido de cualquier programa de formación integral y no sólo contenidos de aprendizaje. A su vez, estas deberán formar parte del individuo que se está educando para sus futuros roles en la vida.
      Por otro lado, es interesante, a propósito de lo antes expuesto, destacar la idea de libertad que expone Sartre (s/f) en su conferencia El existencialismo es un humanismo cuando señala que la paradoja de estar «condenados a ser libres», significa que nuestra conciencia no está determinada, que el hombre no tiene una esencia, sino una conciencia relacional de la que no puede liberarse. La libertad no es algo que “tenemos” sino algo que “somos” aunados a esa conciencia relacional de la cual habla el autor. Concebir la libertad es concebir que nuestra conciencia puede hallar el sin sentido, la nada, como una estructura global del ser.
La libertad   Sartriana no es la del racionalismo clásico (la de elegir lo que el entendimiento me presenta como un bien), sino una concepción global del ser que mi conciencia me ha descubierto al hallarse siempre, e inevitablemente, “en situación”. La situación no es, pues, límite, sino condición de la libertad. Por eso mismo no puedo ser libre sólo en parte, ni negar, mediante lo que Sartre denomina “mala fe”, mi propia responsabilidad. Esto implicaría un juicio valorativo en el cual el individuo cree que la libertad es un valor propio que le permite vivir de acuerdo a sus propias decisiones y actuar de una manera determinada.
En ese caso, habría que preguntarse hasta qué punto es eso cierto. De hecho, a modo de ilustración, pudiéramos pensar: ¿hasta qué punto puede el ladrón actuar con libertad al tomar lo que no le pertenece? ¿No vive en una sociedad en la cual se enmarcan ciertas valoraciones respecto a lo que es bueno y malo? Pero aún así, ¿debe o no debe tomar las pertenencias ajenas? O peor aún, si las toma y es capturado, ¿no se le inflige un castigo? De manera que, es interesante plantearnos el porqué si se es libre hasta cierto punto, es en todo caso, relativo no absoluto. Es decir, no seremos jamás, libres. En el sentido pleno del término. Entendiendo que no debemos confundir libertad con libertinaje.
Por estas razones expuestas, es importante que logremos a través del desarrollo del pensamiento en nuestros estudiantes, independientemente del nivel en el que nos desenvolvamos, que puedan exponer sus valoraciones sobre la base de argumentos sólidos para que en el futuro puedan vivir de acuerdo con estos. No criticando si sus valores son buenos o no sino más bien cómo vivir de acuerdo con ellos.
Finalmente, podemos decir que un valor es una cualidad intrínseca de los seres humanos y que de alguna manera no se pueden calificar como buenos o malos. La libertad, tal como la expone Sartre es importante verla como un valor subjetivo y limitado por las normas y leyes del país en el cual vivimos. De hecho, el autor la denomina “el fundamento de todos los valores”.

Referencias
Frankl, V.(1966). Psicoanálisis y existencialismo. De la psicoterapia a la logoterapia. Fondo de Cultura Económica, México.
Pereira de Gómez, M.(1998). Educación en Valores. Fondo de cultura económica, Madrid
Sartre, J.(s/f). El existencialismo es humanismo. Weblioteca del pensamiento. (Documento en línea)

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Conociendo al Almirante Lino de Clemente y Palacios;


Forjador de la Fuerza Armada Nacional


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Por Richard Sosa

Profesor de Castellano y Literatura
Artículo publicado en la revista Derrotero Educativo; órgano divulgativo. Año 2. Nº2. Caracas-Venezuela. Año 2014

      En esta ocasión  entrevistamos a uno de los personajes más importantes dentro del proceso independentista de nuestro País, Venezuela. Amigo del Libertador y precursor en muchos sentidos de la armada venezolana. La invitación es entonces a conocer a este insigne protagonista. Nace en Petare el 23 de septiembre de 1767, sus padres fueron el Coronel Manuel de Clemente y María Palacios; desde muy joven demostró su afinidad por el mar, de allí que se enrole en la Armada Real Española, fuerza en la cual realiza su carrera militar. Este prócer se inició como Guardamarina en 1786, a los 19 años de edad, llegando a ser ascendido en su escalafón de jerarquía hasta el grado de Vicealmirante.


Entrevistador: Buenas tardes, Almirante Lino de Clemente y Palacios. De antemano queremos agradecer el que nos dedique estos breves momentos para conversar sobre lo que ha sido su carrera dentro del ámbito militar. Un placer conocerlo.



Entrevistado: El placer es todo mío, joven. Después de esos comentarios de introducción me siento halagado. El servir a mi país siempre ha sido mi bastión principal desde la época de la independencia. De hecho, gracias a esos movimientos pre y post-independentistas, tenemos hoy un pueblo soberano y libre del cual me siento cada vez más orgulloso.



Entrevistador: Claro que sí, Almirante. Es un honor para nosotros conocer y escuchar de su propia voz cómo fue ese proceso, su papel en el mismo y cómo desarrolló su carrera militar.



Entrevistado: Mi trayectoria militar, amén de lo ya señalado por Ud, se inicia cuando el mismo General Francisco de Miranda me nombra Comandante General de los Cuerpos de Artillería y Marina, tiempo después, el 4 de mayo de 1810, la Junta Suprema de Caracas me designa Secretario de Marina y de Guerra, lo que hoy en día sería el Ministro de la Defensa.



Entrevistador: ¿Es a partir de allí que usted marca la historia de la Fuerza Armada?



Entrevistado: Eso seguro que es lo referido en los libros de historia. Supongo que si lo veo en retrospectiva, es así. En mi opinión, la gente considera que ese nombramiento marca la historia de la Fuerza Armada, como tú lo mencionas, puesto que yo vine a ser, a partir de ese hecho, el primer titular castrense de mi país. Eso quizás abrió el camino para construir todo lo que hoy tenemos en Venezuela. En cuanto al proceso, todos los que participamos de manera activa sabíamos que la batalla de Carabobo, si bien fue un eslabón importante en la lucha independentista, esta se logra definitivamente en la batalla naval del lago, la cual marca de manera tajante la expulsión definitiva del imperio español de nuestras aguas. De allí la importancia de las Fuerzas Armadas hoy por hoy en nuestra liberación del yugo opresor, tal como reza nuestro himno nacional.



Entrevistador: En su opinión, ¿cuál vino a ser el aporte más significativo con el cual contribuyó usted en la armada venezolana?



Entrevistado: Francamente, no sabría decirlo. No me gustaría ser poco modesto en ese sentido. Sin embargo, pienso que podría ser el planteamiento de la figura del ejercicio de mando. Me refiero al hecho de que a partir del siglo XIX se hace necesaria la liberación de nuestros pueblos del yugo opresor, se necesitaban líderes, hombres y mujeres que salieran adelante en la lucha. El Libertador, Simón Bolívar, fue uno de ellos pero el resto de nosotros apoyó ese ideal. Así como se necesitaban personas que lucharan usando la fuerza, necesitábamos gente que fuera capaz de emplear su intelecto, a eso me refiero.



Entrevistador: Además de lo que hemos venido conversando ¿qué otros cargos desempeñó Ud, Almirante?



Entrevistado: Participé en la elaboración de los símbolos patrios, inspirados en las ideas del General Miranda, sentando con esto la idea de identidad nacional. Me correspondió ser diplomático, me concentré en el estudio y organización del ejército y la Marina acorde con las necesidades del país, fui un aguerrido guerrero en el campo de batalla, comerciante y hacendado, como muchos otros de mis compañeros de lucha, y sobre todo, el cargo de ser humano, un hombre de principios, ideales y valores en la disciplina militar y el espíritu moral. Esto último creo que es lo que realmente me define como individuo y persona más que todos los títulos que me haya adjudicado con mi trabajo.



Entrevistador: En una ocasión, en misivas entre el Almirante Luis Brión y Diego Bautista Urbaneja, escribieron sobre su persona: “…Ninguno podía llenar mejor este encargo que el señor General Lino de Clemente. Que los conocimientos de este Señor en el ramo de la Marina perfeccionada con la experiencia de muchos años, sus virtudes patrióticas, y la bien acreditada reputación, le dará una completa idoneidad para desempeñar el empleo de Mayor General de la Marina República”. ¿Qué opinión le merecen estas palabras?



Entrevistado: Me llenan de regocijo. Creo que tenían la seguridad de que yo podía cumplir las tareas que me asignasen de manera idónea. ¿Sabes lo que eso envuelve? Idoneidad envuelve ser competente, hábil, capaz de… Eso me parece un halago innecesario pero bienvenido de alguna manera. Ellos fueron mis grandes amigos míos, seguramente que si me preguntabas a mí sobre la labor hecha por ellos, yo decía eso mismo o más todavía. (Se ríe el entrevistado)



Entrevistador: ¿Sabía Ud que con su acción y actitud (documentada) nos dejó una invalorable enseñanza y una conducta intachable digna de imitar a la población joven de Venezuela?



Entrevistado: Me alegra mucho escuchar esas palabras. No conocía esos datos pero me llena de alegría saberlo. Yo pienso que toda nuestra población, joven y mayor, civil o militar, debe tener convicción en aquello en lo que cree. Es importante inculcar y sembrar valores. Estos son el fundamento de todo individuo que se va formando a razón de servir a otros ciudadanos y por ende, al país. Cada uno de los próceres lo hicimos de la mejor manera posible de acuerdo con nuestro rango de acción, hoy yo me atrevería a preguntarle a los ciudadanos venezolanos: ¿estamos nosotros inculcando y sembrando valores a fin de construir un país cada día mejor? Esa es una reflexión que debemos hacernos todos los días. Al haber logrado responder positivamente, el resultado será tener un país mucho mejor.



Entrevistador: ¡Qué buena reflexión, Almirante! Es cierto todo lo que nos dice, necesitamos reflexionar y pensar en la construcción de un mejor país.



Entrevistado: Por supuesto que sí. Es necesario reflexionar  en eso siempre. Seguramente las personas nos ven como los héroes históricos que fuimos al lograr una victoria emancipadora para nuestros país, lo cual es cierto. Ahora mi mayor interrogante es: ¿qué está haciendo el venezolano continuamente para preservar su libertad y de esta manera crear un mejor legado para las generaciones futuras? Nosotros no pensamos únicamente en nuestros intereses al momento de la liberación del yugo opresivo español, pensamos en las nuevas generaciones, entre las cuales se incluyen tú, los que están naciendo y los que faltan por nacer. ¿Qué les vamos a entregar como país?



Entrevistador: Tiene razón. Da mucho en qué pensar. Entonces en relación con lo antes dicho, ¿qué consejo le daría a la juventud venezolana?



Entrevistado: El consejo es que construyan un mejor país para sí mismos, sus hijos y sus nietos. Esa construcción del país se dará a partir del estudio constante, la lectura para el aprendizaje y la reflexión franca consigo mismo. El trabajar con tesón, sin importar el área en la cual nos desempeñemos. De esa manera se construye un verdadero país pero mejor aún, de esa manera se forman ciudadanos capaces para tomar las riendas de su futuro.



Entrevistador: Gracias por esos buenos consejos y esas excelentes palabras. Por cierto, ¿sabía Ud que hay un Instituto Náutico que lleva su nombre?



Entrevistado: Es un placer conversar contigo. No sabía que haya un instituto con mi nombre, tengo que ir a conocerlo algún día. (Risas del entrevistado)



Entrevistador: Muchas gracias también por regalarnos estos minutos para conversar sobre algunos aspectos de su vida. ¡Un placer conocerlo!



Entrevistado: El placer es todo mío. Gracias a ti por la invitación



Entrevistador: Bueno amigos, hoy en día, hablar de Lino de Clemente es referirse a un oficial lleno de méritos, de historia, de valentía y de venezolanidad que por siempre marcará un hito en la formación de nuestros futuros líderes navales de hoy, mañana y siempre. Un ejemplo sin duda alguna, de lealtad a sus ideales y forma de pensar, un trabajador incansable, en pocas palabras: Lino de Clemente, el forjador de la Fuerza Armada Nacional.



Abril, 2014