sábado, 9 de marzo de 2013

Ensayo sobre Borges



Escritura de notas simbólicas al pie de El jardín de los senderos que se bifurcan de Jorge Luis Borges

Por Richard Sosa

“Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a
perífrasis evidentes, es quizás el modo más enfático de indicarla”
(Borges, año, p. 145)

La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, Los crímenes de la calle Morgue de Edgar Alan Poe o El psicoanalista de Jhon Katzenbach tienen en común la incidencia del relato policiaco. La intriga, la angustia y el suspenso se entretejen para convertir al lector en individuo activo y cómplice de la situación narrada. El lector activo colabora con el autor en la actualización del significado potencial del texto. Tal como Cortázar lo llama lector macho o, Fuentes,  lector costilla, porque se hacen partícipes de la obra y logran una metalectura de cualquier obra.

En el caso de Jorge Luis Borges, su obra narrativa es un ejercicio intelectual y de erudición constante que permite cimentar un singular universo teñido de múltiples reflexiones, dudas, contenidos filosóficos y símbolos. Además, estos a veces emanan de un complejo proceso de intertextualidad (diálogo entre textos) o ("toda relación que une un texto B  con un texto anterior (hipotexto) inserta de una manera que no es el comentario”)  tal como señala el crítico francés Gerard Genette.  En los textos de Borges, abundan las referencias a otras obras maestras de la literatura universal, de la filosofía, de la historia, de la teología, de las matemáticas, libros sagrados, saberes cabalísticos y constantes alusiones mitológicas, que dan cuenta de un amplio conocimiento cultural.

Pero su escritura también es lúdica porque pone en práctica los procedimientos de la narrativa fantástica a través de estrategias recurrentes, como la presencia de la obra de arte dentro de la obra misma, la dualidad entre la realidad y el sueño, el viaje en el tiempo y la ambigüedad expresada con el tema del doble o del otro, los cuales le imprimen una pasmosa originalidad a sus relatos.

Además, aunque Borges auscultó en la filosofía a la hora de plasmar sus relatos, prefirió la temática de lo infinito como leit motiv de sus relatos. También, en sus obras hace alusión al argumento secreto de Poe, Chesterton y Melville antes que a quienes construyen la morosa novela de caracteres (p.38).[1] El universo borgiano, de arquitectura específica, construido por el intelecto y constituido en la realización privilegiada de un lenguaje, refleja una visión particular del mundo y del hombre.

Partiendo de las nociones antes señaladas y tomando en cuenta uno de sus cuentos, El jardín de los senderos que se bifurcan[2], señalaremos alguno de los elementos simbólico usados por Borges a fin de demostrar nuestra tesis. Nos parece importante destacar lo que sostiene el mismo Borges en el prólogo de su obra respecto a su texto cuando dice: “es policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no se comprenderá, me parece, hasta el último párrafo” (p.7)

 También es importante lo que señala Bravo (2006) respecto al mismo Borges cuando escribe “Lo desconocido sólo es posible desde lo conocido, en el proceso de normalización y reconocimiento que le da cimiento a lo real” (p. 167). La ficción que está emparentada de modo directo con un elemento de la realidad. Ese es el punto de partida de todas las historias contadas por Jorge Luis Borges, tal como lo señalara en alguna ocasión.

Entre los elementos simbólicos que nos parecen más importantes dentro del cuento de Borges, encontramos los siguientes:

a) El anciano que en simbología implica, según Cirlot (1995), la personificación del saber ancestral de la humanidad o el inconsciente colectivo. Esto lo podemos evidenciar en el texto de Borges (ob. cit.) cuando el protagonista describe a Stephen Albert, posible alusión híbrida del discípulo cristiano Esteban el apedreado y a Albert Einstein, autor de la teoría de la relatividad[3], cuando leemos: “Era muy alto, de rasgos afilados, de ojos grises y barba gris”(p.142).

b) El Laberinto para Cirlot (ob.cit.) es una construcción arquitectónica cuya utilidad es desconocida y en su interior guarda un jardín. Su salida resulta incierta y desconocida. Los textos antiguos sostienen la existencia de cinco grandes laberintos: el de Egipto, los dos cretenses (Cnosos y Gortyna), el griego de la isla Lemnos y el etrusco de Clusium. En algunas culturas, la existencia de los mismos, evidenciaba una trampa para los demonios quienes quedaban atrapados en su interior sin tener esperanza de poder salir. En el caso de Jorge Luís Borges, la existencia del laberinto es símbolo de lo infinito. Resulta una analogía entre el universo como elemento infinito y expansible en contraste con la durabilidad del hombre quien es finito y mortal. En este sentido, el autor antes señalado explica que “el laberinto de la tierra como construcción o diseño, puede reproducir el laberinto celeste, aludiendo los dos a la misma idea: la necesidad de encontrar el centro para retornar a él” (p.266).

En el cuento es interesante que Borges señale que unos niños le dan la dirección del custodio del Jardín y le digan que la forma de llegar al mismo es “doblando a la izquierda” lo cual es un procedimiento común para descubrir el patio central de ciertos laberintos. Podríamos decir que desde el comienzo, los indicios nos van dando cuenta de cómo llegar, como lectores, al laberinto simbólico construido por Jorge Luis Borges.

c)  El reloj como toda forma circular con elementos internos, sugiere la idea del mandala. Si lo esencial en él son horas señaladas, domina un simbolismo numérico aunado al movimiento perpetuo y perenne[4]. En consonancia, nos parece, que a la idea del universo y laberinto que hemos señalado en este trabajo (p.384). Un ejemplo de esto lo tenemos cuando Borges escribe: “un alto reloj circular”(p.142). En este sentido, podemos apreciar tanto el símbolo del reloj, como lo circular relacionado con el tiempo a manera de elemento cíclico.

d) El tiempo para Berthelot, citado por Cirlot implica un orden establecido por los cálculos realizados al espacio. La razón es que el conocimiento de las siete direcciones  del espacio (dos por cada una de las tres dimensiones, más el centro) origina la proyección de ese orden en el centro (p. 439). Recordemos además, que el número siete significa la totalidad, lo completo.

e) El número trece implica muerte y nacimiento, cambio y reanudación tras el final. Generalmente marca un sentido adverso. (p.331) En el cuento, podemos observar la relación del mismo con el hecho de que el proyecto al cual se dedica Ts`ui Pên (construcción del laberinto que finalmente es una novela en contraposición con la magna obra china denominada Hung Lu Men) dura exactamente trece años. Podemos ejemplificar esto en la obra a través del siguiente fragmento: “Trece años dedicó a estas heterogéneas fatigas” (p.140).
                                                                                                                            
f) El árbol representa la vida del cosmos, su densidad, su crecimiento, proliferación, generación y regeneración. Como vida inagotable corresponde a la inmortalidad. Es el axis mundi, centro o eje del mundo. (p. 77) En la obra, los árboles son los protectores del laberinto construido por el antepasado del protagonista. Este laberinto es el laberinto de laberintos. El mismo tiene como finalidad hacer que todos los hombres se pierdan en él.

       Por otro lado, además de los elementos simbólicos antes señalados, nos parece interesante la relación directa que tiene un fragmento del cuento con  la teoría literaria señala por lo formalistas rusos. En el mismo, Stephen Albert le comenta al protagonista que de acuerdo a las posibles bifurcaciones de la ficción, noción que parte de lo real, Fang, un personaje, se encuentra con un desconocido que llama a su puerta. Este desconocido puede ser asesinado por Fang o puede ser al contrario.

      Asimismo, existiría la posibilidad de que ambos se salven o ambos mueran dentro del relato. Todos los desenlaces son posibles porque uno es el punto de partida del otro. El laberinto converge en sí mismo formando parte de posibles realidades. Un personaje puede ser un amigo o un enemigo. Al final, las ficciones borgianas toman diversos porvenires, diversos tiempos que también proliferan y se bifurcan o dividen. De allí que el arquitecto del laberinto deje como testamento el siguiente fragmento: “Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan”.

     De esta manera destacamos los principales símbolos que podemos encontrar en el cuento de Jorge Luis Borges. A su vez, estos van a ser constantes en la obra del autor en mayor o menor proporción porque serán trasladados de manera constante como hilo conductor de su narrativa.

Referencias
v  Bravo, V. (2006). El señor de los tristes y otros ensayos. Caracas: Venezuela. Monte Ávila Editores Latinoamericana
v  Borges, Jorge L. (2005). Ficciones. El aleph. El informe de Brodie. Caracas: Venezuela. Biblioteca Ayacucho
v  Cirlot, Juan E. (1995). Diccionario de símbolos. Colombia. Editorial Labor
v  Genette, G. (s/f). Palimpsestos.
v  Jozef, B. (2007). Jorge Luis Borges. Caracas: Venezuela. Monte Ávila Editores Latinoamericana



[1] Josef, B, 2007, p.38
[2] Este cuento forma parte del libro Ficciones publicado en 1944 el cual contiene a su vez, algunos de los textos más emblemáticos de la escritura borgiana tales como: Pierre Menard, autor del Quijote, Las ruinas circulares, La biblioteca de Babel y Tlon, Uqbar, Orbis, Tertius.
[3] Entre otras características de este personaje se encuentran que “tiene algo de sacerdote, marino, misionero en Tientsin, antes de aspirar a sinólogo”.
[4] El autor señala horas específicas dentro del relato narrativo como: 8:50, 9:30, 40 minutos entre un posible encuentro de los personajes demostrando sincronicidad en el espacio descrito. 

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