sábado, 23 de diciembre de 2006

¨ Encuentro peligroso¨


La víctima, acechada como una indefensa presa solo esperaba el pronto ataque de su acechador, no tenia muchas opciones antes de escapar; solo esperaba el mortal dolor que le indicaría haber recibido una letal mordida en una de sus zonas erógenas, seguro se retorcería del súbito dolor que pronto recibiría. Le rezaba a dios con suma demencia, no sabia si le rezaba o le reprochaba el porque a ella ahora aparentemente moriría. De mayor preocupación era el morir destrozada a manos de esa salvaje bestia, sin poder cambiar la realidad. Seguro el joven Marcos, el chico que sus pasos movía y sobre cualquier lugar en sus sueños le llevaba, se haría presente y vería su horrible aspecto; desfigurada y maltrecha.¡ Que mala impresión para alguien que ve a una persona que le amaba en secreto!.


Había sido una buena chica. Amaba a sus padres y hermano, llamaba a sus abuelos de vez en cuando y jamás faltaba a misa los domingos. ¿Entonces, porque a mi?!¿No debería seguir mi vida normalmente, como mis primas lejanas que se casaron y se fueron de este horrible lugar? Imagino que en los planes de sus primas jamás estuvo el morir a manos de una horrible bestia.
Mientras los segundos se habían eternos y las horas infinitas, la bestia solo veía donde empezar su suculenta cena. Se acerco sin poder disimular sus más básicos instintos, no sabia por donde comenzar. Lo cierto era que comenzaría por alguna parte seguro seria un festín pues su víctima, asustada y desprotegida era bastante voluptuosa. En cambio, el tenia varios días hambriento y no podía esperar un segundo más. Sus ansias finalmente ganaron hasta querer devorar aquel hermoso e inmaculado cuerpo.



Después de todo, hasta el animal más básico querría devorar aquel cuerpo. Mónica se había adentrado en un mal momento al bosque, sus ropas demasiado finas para una simple chica de pueblo se habían elevado a los más altos árboles del tenebroso bosque. Sus muslos estaban descubiertos, pues su cobertor había perdido también. Llovía, eran poco más de las diez de la noche y solo se dispuso a recoger un poco de leña para calentar a su artrítica madre. Se había colocado la fina bata que su tía Catalina Douders le había dado en su décimo noveno nacimiento.


Era una provocativa bata que ella usaba solo para dormir. Pues según su madre, seguro levantaría bajas pasiones en sus vecinos. Aunque era la continua intención de Mónica que Marcos le viera. La bata era blanca, de satén puro y muy corta. Dejaba casi al descubierto sus voluptuosos pechos y sus hermosas y delicadas piernas. Sus muslos también se veían.


Había tomado la lámpara. Intentaba alejar al extraño y a la vez peligroso animal de frente de ella y con el mismo objeto la pendulaba hacia el, mientras las efímeras llamaradas de la lámpara de kerosén se dibujaba en los impávidos ojos del extraño felino. Sus pupilas orbitaban mientras daba tres pasos conteniendo el deseo de abalanzarse sobre la hermosa mujer. Finalmente, Mónica deseaba vehemente arrojar la lámpara al extraño individuo. Pero el temor se apoderaba cada vez más de ella, supuso que arrojarla hacia el con furia y determinación le encendería el cuerpo en llamas y así tendría suficiente tiempo de escapar. Sin embargo, comenzó a considerar que sus manos estaban demasiado sudadas y seguramente fallaría en el intento, era extraño para ella porque sabía que debido al terror que hasta el tuétano sentía por la pronta aparición del extraño y salvaje individuo, por esa causa el insignificante intento, podría fallar. De ser así, quizás sus piernas no responderían debido al frío congelante que esta época traía. Tal vez solo apresuraría su muerte contribuyendo en buena medida a tal fin. Pero no era tiempo para ponerse a lamenta r si debía o no hacerlo, que haría, nada ni nadie podía ayudarle a tomar esa decisión.

Ya para este momento, dos grandes lágrimas se dibujaron por las bifurcaciones de sus hermosos y ámbar ojos. Sentía que la tristeza y frustración eran objeto de su desgraciada vida, pero aun así no quería decirle adiós a la vida que le había tocado vivir en este lejano pueblo de “La Gardenia”. Al intentar acercar más la luz hacia la extraña bestia para al menos conocer el rostro de su acechador, descubrió una verdad que le conmociono aun mas. Observo con detenimiento algo que jamás hubiera imaginado: la extraña criatura estaba casi completamente erguida en lo que parecían ser dos piernas, su cuerpo mostraba una anatomía bastante definida y escultural, al divisar tras sus mugrienta y delicadas mechas, un par de destellos fugaces se dibujaron.

Al saberse observado, la extraña criatura se desvió de instinto y rápidamente cubrió su rostro con el antebrazo izquierdo. Los ojos de Mónica no daban crédito a su extraño y confuso descubrimiento. ¿Seria un hombre de verdad? O ¿Quizás algo que se le parecía? Quería tratar de ver en sus intrínsecos pensamientos el resultado final de sus conjeturas, pero si era un hombre real ¿Por qué intentaba arrebatar su vida? Llego a la conclusión rápidamente que se trataba de un salvaje.

Un salvaje en pleno año de 1987, parecía una historia de sus antepasados. ¡Nadie lo creería! Además, porque habrían de creerlo, solo podían ser cuentos fantasiosos de una chiquilla asustada una noche de frió invierno. El sudor frío que su cuerpo expelía se hizo tan denso como una cálida lágrima en un inmenso glacial. El extraño joven la veía como si intentara divisar sus más íntimos secretos y extraños pensamientos, cosa que le seria inútil. Ya sin hacerse esperar más, las personas del pueblo empezaron con rapidez a buscar e intentar hallar a la extraña y delicada joven.

Se veían unas diez antorchas dibujadas en la pronunciada oscuridad de la noche. Probablemente eran los hombres del pueblo, pocas eran las mujeres que se atreverían a salir sabiendo que chacales y lobos tendrían una apetitosa cena. Sin hacerse esperar un minuto más, la hermosa y a la vez extraña criatura se abalanzó sobre el incorruptible cuerpo de la hermosa Mónica. Ella no hizo ningún esfuerzo por protegerse, quizás había entendido que era la hora final, la hora de vencer sus temores. Solo un extraño grito corto el silencio de la noche, mientras abría las manos y soltaba la lámpara de kerosén, que casi inmediatamente se extinguió entre la difuminada oscuridad del hermoso, pero tenebroso bosque.



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