INVENTAR LA LITERATURA
VENEZOLANA DEL SIGLO XXI
En esta ocasión,
restringiéndonos a las artes, nos proponemos hablar de la literatura. Sin
embargo, nos corresponde hablar no de la literatura en general sino de una en
particular, la literatura venezolana. El término literatura hoy por hoy ha sido
demasiado revisado y aun seguimos sin lograr dar con la definición del mismo.
De manera que obviaremos toda esa terminología y nos centraremos en el objetivo
que hemos señalado. No obstante, el mismo será abordado desde la concepción de
los autores venezolanos consolidados que forman parte del presente siglo (Ana
Teresa Torres y Eduardo Liendo) aunados
a los autores emergentes (Eduardo Sánchez Rugeles, Ricardo Riera y Andrés
Hidalgo) y su narrativa.
En principio, tenemos que señalar que la
literatura venezolana del siglo XXI se ha construido constantemente desde el
siglo XIX con la aparición de Los mártires la primera novela venezolana[1],
influenciada por Los miserable de Víctor Hugo, hasta la fecha actual. En este
sentido, nuestra literatura es mucho mas joven que la europea que
aproximadamente tiene XXVI siglos de existencia. Dicha construcción de nuestra
identidad literaria se ha contextualizado dentro del profundo compromiso con el
desarrollo de las capacidades de escritores insignes, de las posibilidades de
la imaginación, de los grandes campos del hacer, del trabajo, del conocimiento
y del saber.
El quehacer
literario venezolano, como todas las artes, ha sido muy exigente en cuanto a producción
en cualquiera de los géneros literarios que hoy conocemos (Narrativa[2],
poesía, teatro y ensayo). A su vez, han exigido que sus autores empleen un alto
nivel de trabajo, imaginación, disciplina, visión a lo largo plazo y reflexión
permanente. La construcción de la misma exige un alto nivel de imaginación.
La literatura
venezolana ha calado hondo en el panorama universal poco a poco y no ha
admitido estar sometida a ciertos patrones culturales o de estereotipo
literario. No se trata de una literatura improvisada o de carente rigor sino de
una literatura sistemática. Hablando entonces de autores venezolanos del siglo
XXI, basta con investigar en nuestro buscador web para darnos cuenta la gama de
autores venezolanos que son referencia obligada dentro del panorama literario.
Entre estos
encontramos algunos que son de preferencia nuestra obligada y han implicado un
gran aporte dentro del contexto literario actual. Nos referimos a Eduardo
Liendo y Ana Teresa Torres quienes son autores, junto a muchos otros, cuya obra
ha vivido en dos siglos distintos XX y XXI. En el caso de Liendo, a partir de
su obra vanguardista: El mago de la cara
de vidrio (1973), Los platos del diablo (1985), Las kuitas del hombre mosca
(2005), el diario del enano (1996) y el último fantasma (2009), por
mencionar algunas, identificamos la sencillez de un verbo que refuerza sus
logros estéticos complementados por el abordaje de temas poco exóticos, la
parodia y lo irónico. Sin embargo, Liendo no ha sido autor de una sola línea de
trabajo narrativo. Por el contrario, su corpus novelístico se caracteriza por
la variedad de temas y estrategias narrativas. Su narrativa pareciera excluir
las preocupaciones por estructuras complicadas y acertijos lingüísticos. Aún
así, sus historias constituyen atractivos retos imaginativos porque el narrador
juega de modo constante a una relación de dualidad, mundos paralelos, que
afecta no solo a los personajes sino también a los relatos en los cuales estos
participan. En palabras de otro autor, la obra de Liendo se encuentra justo en
el centro de ese espectro que oscila entre lo meramente narrativo (lo épico) y
lo lírico, ubicando a Eduardo Liendo, quien llega al inicio del siglo XXI, como
un heredero del contexto y la estética de los años setenta, armado de una
tenacidad y una cada vez mas sólida formación de narrador (Barrera Linares,
2005, p.p265-267).
Entonces, sus
obras son dignas de atractivo interés
por parte del lector contemporáneo sin importar su edad, en cualquier época y
espacio, creando una indiscutible aceptación por parte de sus lectores. Dentro
del limitado mercado literario venezolano, podría decirse que (con Francisco
Massiani y Ana Teresa Torres) para el momento actual, Liendo es uno de los
autores con mayor impacto en el público lector. Entre los autores que
influenciaron a Liendo se encuentran Tolstoi, Dostoievsky, Flaubert y
norteamericanos, pocos latinoamericanos hasta tiempo después, pero esto no fue
un obstáculo para que su propia voz se encauzara en abrirse camino y hoy por
hoy ser referencia importante de la narrativa contemporánea venezolana. Incluso,
muy recientemente se dedicó el 7ºmo festival de lectura de Caracas a tan
insigne escritor, orgullo venezolano.
Respecto a Ana
Teresa Torres, bastaría señalar algunas de sus novelas mas importantes de su
trayectoria: Doña Inés contra el olvido
(1992), Vagas desapariciones (1995), Nocturama (2006), El corazón del otro (2004)
y su obra mas reciente, La escribana del
viento (2013) a fin de ilustrar
nuestra idea de una autora que al igual que Liendo, se ha hecho oír y tomado su
posición dentro del panorama literario venezolano. De hecho, ha participado
activamente en numeroso eventos literarios dentro y fuera del país, ha sido
jurado de distintos premios de narrativa, novela y guión cinematográfico, así
como dictado conferencias en diferentes instituciones nacionales y
universidades de Estados Unidos, colocando el nombre de Venezuela en alto. Su narrativa tiene el poder de hacerse
escuchar atendiendo las necesidades del lector contemporáneo que se identifica
con sus textos mientras descubre los distintos tópicos y géneros (narrativa
detectivesca, erótica, crónica, etc) planteados por la autora. Ese es quizás el
elemento sorpresa que sigue posicionando su narrativa dentro del contexto
literario venezolano. Ana Teresa Torres es una autora, desde nuestra
perspectiva, que sigue experimentado a través de los diversos géneros
literarios. En palabras de Arraíz Lucca (2009), sus obras “hacen de su trabajo
una de las feracidades mas preclaras de los años recientes” (p.28).
Hablando ahora de los
autores emergentes, tenemos que dialogar sobre Eduardo Sánchez Rugeles y sus
denominadas obras del desarraigo, a saber: Blue label/ Etiqueta azul (Libros de
El Nacional, 2010), ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar
Pietri; Transilvania, unplugged (Alfaguara, 2011), finalista en el mismo
concurso; y el libro de relatos Los desterrados (Ediciones B de Venezuela,
2011). Liubliana (Ediciones B de Venezuela / Bruguera, 2012) novela que obtuvo
en México el primer lugar del Certamen Internacional de Literatura Letras del
Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz (2011), y sus novelas con otros tópicos,
como la muerte y el homicidio, tal como: Jezabel (Ediciones B, Venezuela, 2013).
Se trata de un autor que se posicionó con sus obras planteando una fuerte
crítica social. En sus novelas, los personajes se plantean su existencia y su exilio
a razón de los problemas acaecidos dentro del contexto venezolano contemporáneo.
Ahora, pasando la
página y hablando de lo que denominamos “nueva” literatura venezolana, es
referencia obligada en la actualidad hablar de Ricardo Riera y Andrés Hidalgo.
Ambos noveles autores jóvenes se han dedicado a producir, por el momento, lo
que se ha denominado “fantasía épica”. La figura del héroe, la búsqueda de la
amada y el viaje iniciático, por mencionar algunos elementos de la épica
antigua ha sido reelaborada en los relatos de estos escritores matizándolos con
elementos fantásticos interesantes.
En torno a
Ricardo Riera se teje un entramado de dudas respecto a si, Dragún, su primera obra formará parte de una saga, una trilogía o
si nos quedaremos con el final planteado por el autor en la obra. Su obra trata
temas juveniles, literatura fantástica, y obtuvo el reconocimiento como
finalista del I Premio
Norma-Fundalectura de Literatura Infantil y Juvenil en 1996. Además, ha
conseguido reconocimiento como escritor a partir del desarrollo de su obra
titulada “Dragún” cuyo
título alternativo es “La chica que
desafió a los dragones”. Vale destacar que es el primer autor
contemporáneo y venezolano que inicia su trabajo escribiendo fantasía épica, propiamente
dicha, abriendo las puertas a otros autores venezolanos que se atreverán a
producir, rehaciendo de esta manera nuestra literatura.
Otro de los
autores noveles, conocido por nosotros y con el cual tuvimos la oportunidad de
conversar durante varias horas para conocer mejor su obra, es Andrés Hidalgo. En
el caso de caso de Hidalgo, una especie de niño prodigio literario, escribió su
obra Los cuatro reinos, siendo apenas
un adolescente. No se le publicó en Alfaguara sino hasta que tuviera mayoría
de edad y desde el momento en el cual se divulgan sus textos, comienza en boom
en torno al imaginario presentado en la saga y producido por el autor. Se trata
de seis libros ya escritos, dos de ellos publicados: Príncipe de piedra y lágrimas del Calla. Es importante
señalar que Hidalgo está a la altura de autores como: Tolkien (El señor de los
anillos), Lewis (Las crónicas de Narnia), Rowling (Harry Potter); todos autores
europeos que han entregado mucho a la literatura universal. Quizá vale la pena
señalar que un suceso similar a lo escrito por Hidalgo, podría ser iniciado con
La saga de los confines de la autora
latinoamericana Liliana Bodoc o Isabel Allende. Entendiendo por supuesto que
toda comparación resulta odiosa. Aun así, al hablar de literatura fantástica
tomamos los elementos ya conocidos para cotejar los nuevos. Indudablemente el
suceso, Los cuatro reinos seguirá dando de qué hablar y colocando, no solo a
Andrés Hidalgo dentro de lo que es el panorama latinoamericano o universal,
sino a nuestra literatura venezolana en donde sigue mereciendo estar. Literatura
que este y otros autores siguen produciendo cada vez mas con mayor ahínco literatura
y alzando su voz.
Además,
paralelamente nos comentaba Hidalgo sobre el argumento de su nueva obra
titulada Vuelos, la cual es análoga
al suceso antes mencionado, cuyo argumento nos resulta intrigante: “una
historia de amor atípica”, utilizando las palabras de Hidalgo. Obra que pronto
será publicada bajo la égida del sello editorial Alfaguara y que ya estamos
deseosos de leer.
Finalmente, sirva
este humilde homenaje a fin de felicitar y aplaudir a los autores antes
señalados que hoy siguen dejando el emblemático nombre de nuestro país bien en
alto. Seguimos esperando con ansias sus textos pues con estos seguirán
rehaciendo la literatura venezolana del siglo XXI.
Referencias
·
Alcibíades,
M. (2007). Ensayos y polémicas literarias
venezolanas: 1830-1869. Casa Nacional de las letras Andrés Bello. Caracas:
Venezuela.
·
Arráiz
Lucca, R.(2009). Literatura Venezolana del Siglo XX. Editorial Alfa. Caracas:
Venezuela.
·
Barrera
Linares, L. (2005). La negación del
rostro. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas: Venezuela.
·
Diccionario general de la literatura
venezolana. (Año). Monte Ávila
Editores Latinoamericana
·
González
Stephan, B. (1990). Narrativa 80: Discurso populista e imaginario social en la
Venezuela Petrolera. En Letras 47. Caracas: UPEL-IPC-CILLAB
[1]
Decimos esto tomando en cuenta lo señalado por Mirla Alcibíades cuando dice
“estoy convencida de lo ya expresado por estudiosos de nuestra ficción larga:
la novela venezolana nace en 1842 con Los
Mártires de Fermín Toro (por entregas en El Liceo Venezolano: Nº 2 al 7)”. A
partir de allí, se inicia la narrativa larga evolucionando paulatinamente hasta
llegar a nuestros días.
[2]
El género narrativo tiene un modo particular de formalizar el tiempo y el
espacio, independientemente si se trata de la epopeya clásica, la novela de
caballerías, la picaresca, el cuento fantástico o naturalista del diecinueve o
la moderna narrativa con toda clase de malabarismos técnicos. De algún modo, el
soporte básico es producir el efecto de
historicidad a partir de la disposición de una anécdota o histórica; y esta
refiere siempre un acontecer que se despliega en coordenadas
espacio-temporales. Por lo tanto, hay una relación epistemológica entre
narrativa y tiempo; mas aun, entre narratividad y percepción histórica de la
realidad; epos y conciencia histórica de las representaciones del imaginario
social. (González Stephan, 1990, p.11)