miércoles, 21 de octubre de 2015






INVENTAR LA LITERATURA VENEZOLANA DEL SIGLO XXI

      En esta ocasión, restringiéndonos a las artes, nos proponemos hablar de la literatura. Sin embargo, nos corresponde hablar no de la literatura en general sino de una en particular, la literatura venezolana. El término literatura hoy por hoy ha sido demasiado revisado y aun seguimos sin lograr dar con la definición del mismo. De manera que obviaremos toda esa terminología y nos centraremos en el objetivo que hemos señalado. No obstante, el mismo será abordado desde la concepción de los autores venezolanos consolidados que forman parte del presente siglo (Ana Teresa Torres y  Eduardo Liendo) aunados a los autores emergentes (Eduardo Sánchez Rugeles, Ricardo Riera y Andrés Hidalgo) y su narrativa. 

      En principio, tenemos que señalar que la literatura venezolana del siglo XXI se ha construido constantemente desde el siglo XIX con la aparición de Los mártires la primera novela venezolana[1], influenciada por Los miserable de Víctor Hugo, hasta la fecha actual. En este sentido, nuestra literatura es mucho mas joven que la europea que aproximadamente tiene XXVI siglos de existencia. Dicha construcción de nuestra identidad literaria se ha contextualizado dentro del profundo compromiso con el desarrollo de las capacidades de escritores insignes, de las posibilidades de la imaginación, de los grandes campos del hacer, del trabajo, del conocimiento y del saber. 

      El quehacer literario venezolano, como todas las artes, ha sido muy exigente en cuanto a producción en cualquiera de los géneros literarios que hoy conocemos (Narrativa[2], poesía, teatro y ensayo). A su vez, han exigido que sus autores empleen un alto nivel de trabajo, imaginación, disciplina, visión a lo largo plazo y reflexión permanente. La construcción de la misma exige un alto nivel de imaginación.  

      La literatura venezolana ha calado hondo en el panorama universal poco a poco y no ha admitido estar sometida a ciertos patrones culturales o de estereotipo literario. No se trata de una literatura improvisada o de carente rigor sino de una literatura sistemática. Hablando entonces de autores venezolanos del siglo XXI, basta con investigar en nuestro buscador web para darnos cuenta la gama de autores venezolanos que son referencia obligada dentro del panorama literario. 

     Entre estos encontramos algunos que son de preferencia nuestra obligada y han implicado un gran aporte dentro del contexto literario actual. Nos referimos a Eduardo Liendo y Ana Teresa Torres quienes son autores, junto a muchos otros, cuya obra ha vivido en dos siglos distintos XX y XXI. En el caso de Liendo, a partir de su obra vanguardista: El mago de la cara de vidrio (1973), Los platos del diablo (1985), Las kuitas del hombre mosca (2005), el diario del enano (1996) y el último fantasma (2009), por mencionar algunas, identificamos la sencillez de un verbo que refuerza sus logros estéticos complementados por el abordaje de temas poco exóticos, la parodia y lo irónico. Sin embargo, Liendo no ha sido autor de una sola línea de trabajo narrativo. Por el contrario, su corpus novelístico se caracteriza por la variedad de temas y estrategias narrativas. Su narrativa pareciera excluir las preocupaciones por estructuras complicadas y acertijos lingüísticos. Aún así, sus historias constituyen atractivos retos imaginativos porque el narrador juega de modo constante a una relación de dualidad, mundos paralelos, que afecta no solo a los personajes sino también a los relatos en los cuales estos participan. En palabras de otro autor, la obra de Liendo se encuentra justo en el centro de ese espectro que oscila entre lo meramente narrativo (lo épico) y lo lírico, ubicando a Eduardo Liendo, quien llega al inicio del siglo XXI, como un heredero del contexto y la estética de los años setenta, armado de una tenacidad y una cada vez mas sólida formación de narrador (Barrera Linares, 2005, p.p265-267). 

     Entonces, sus obras son  dignas de atractivo interés por parte del lector contemporáneo sin importar su edad, en cualquier época y espacio, creando una indiscutible aceptación por parte de sus lectores. Dentro del limitado mercado literario venezolano, podría decirse que (con Francisco Massiani y Ana Teresa Torres) para el momento actual, Liendo es uno de los autores con mayor impacto en el público lector. Entre los autores que influenciaron a Liendo se encuentran Tolstoi, Dostoievsky, Flaubert y norteamericanos, pocos latinoamericanos hasta tiempo después, pero esto no fue un obstáculo para que su propia voz se encauzara en abrirse camino y hoy por hoy ser referencia importante de la narrativa contemporánea venezolana. Incluso, muy recientemente se dedicó el 7ºmo festival de lectura de Caracas a tan insigne escritor, orgullo venezolano. 

     Respecto a Ana Teresa Torres, bastaría señalar algunas de sus novelas mas importantes de su trayectoria: Doña Inés contra el olvido (1992), Vagas desapariciones (1995), Nocturama (2006), El corazón del otro (2004) y su obra mas reciente, La escribana del viento (2013) a fin de ilustrar nuestra idea de una autora que al igual que Liendo, se ha hecho oír y tomado su posición dentro del panorama literario venezolano. De hecho, ha participado activamente en numeroso eventos literarios dentro y fuera del país, ha sido jurado de distintos premios de narrativa, novela y guión cinematográfico, así como dictado conferencias en diferentes instituciones nacionales y universidades de Estados Unidos, colocando el nombre de Venezuela en alto.  Su narrativa tiene el poder de hacerse escuchar atendiendo las necesidades del lector contemporáneo que se identifica con sus textos mientras descubre los distintos tópicos y géneros (narrativa detectivesca, erótica, crónica, etc) planteados por la autora. Ese es quizás el elemento sorpresa que sigue posicionando su narrativa dentro del contexto literario venezolano. Ana Teresa Torres es una autora, desde nuestra perspectiva, que sigue experimentado a través de los diversos géneros literarios. En palabras de Arraíz Lucca (2009), sus obras “hacen de su trabajo una de las feracidades mas preclaras de los años recientes” (p.28).

     Hablando ahora de los autores emergentes, tenemos que dialogar sobre Eduardo Sánchez Rugeles y sus denominadas obras del desarraigo, a saber: Blue label/ Etiqueta azul (Libros de El Nacional, 2010), ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri; Transilvania, unplugged (Alfaguara, 2011), finalista en el mismo concurso; y el libro de relatos Los desterrados (Ediciones B de Venezuela, 2011). Liubliana (Ediciones B de Venezuela / Bruguera, 2012) novela que obtuvo en México el primer lugar del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz (2011), y sus novelas con otros tópicos, como la muerte y el homicidio, tal como: Jezabel (Ediciones B, Venezuela, 2013). Se trata de un autor que se posicionó con sus obras planteando una fuerte crítica social. En sus novelas, los personajes se plantean su existencia y su exilio a razón de los problemas acaecidos dentro del contexto venezolano contemporáneo. 

     Ahora, pasando la página y hablando de lo que denominamos “nueva” literatura venezolana, es referencia obligada en la actualidad hablar de Ricardo Riera y Andrés Hidalgo. Ambos noveles autores jóvenes se han dedicado a producir, por el momento, lo que se ha denominado “fantasía épica”. La figura del héroe, la búsqueda de la amada y el viaje iniciático, por mencionar algunos elementos de la épica antigua ha sido reelaborada en los relatos de estos escritores matizándolos con elementos fantásticos interesantes. 

      En torno a Ricardo Riera se teje un entramado de dudas respecto a si, Dragún, su primera obra formará parte de una saga, una trilogía o si nos quedaremos con el final planteado por el autor en la obra. Su obra trata temas juveniles, literatura fantástica, y obtuvo el reconocimiento como finalista del I Premio Norma-Fundalectura de Literatura Infantil y Juvenil en 1996. Además, ha conseguido reconocimiento como escritor a partir del desarrollo de su obra titulada “Dragún” cuyo título alternativo es “La chica que desafió a los dragones”. Vale destacar que es el primer autor contemporáneo y venezolano que inicia su trabajo escribiendo fantasía épica, propiamente dicha, abriendo las puertas a otros autores venezolanos que se atreverán a producir, rehaciendo de esta manera nuestra literatura.
     Otro de los autores noveles, conocido por nosotros y con el cual tuvimos la oportunidad de conversar durante varias horas para conocer mejor su obra, es Andrés Hidalgo. En el caso de caso de Hidalgo, una especie de niño prodigio literario, escribió su obra Los cuatro reinos, siendo apenas un adolescente. No se le publicó en Alfaguara sino hasta que tuviera mayoría de edad y desde el momento en el cual se divulgan sus textos, comienza en boom en torno al imaginario presentado en la saga y producido por el autor. Se trata de seis libros ya escritos, dos de ellos publicados: Príncipe de  piedra y lágrimas del Calla. Es importante señalar que Hidalgo está a la altura de autores como: Tolkien (El señor de los anillos), Lewis (Las crónicas de Narnia), Rowling (Harry Potter); todos autores europeos que han entregado mucho a la literatura universal. Quizá vale la pena señalar que un suceso similar a lo escrito por Hidalgo, podría ser iniciado con La saga de los confines de la autora latinoamericana Liliana Bodoc o Isabel Allende. Entendiendo por supuesto que toda comparación resulta odiosa. Aun así, al hablar de literatura fantástica tomamos los elementos ya conocidos para cotejar los nuevos. Indudablemente el suceso, Los cuatro reinos seguirá dando de qué hablar y colocando, no solo a Andrés Hidalgo dentro de lo que es el panorama latinoamericano o universal, sino a nuestra literatura venezolana en donde sigue mereciendo estar. Literatura que este y otros autores siguen produciendo cada vez mas con mayor ahínco literatura y alzando su voz. 

     Además, paralelamente nos comentaba Hidalgo sobre el argumento de su nueva obra titulada Vuelos, la cual es análoga al suceso antes mencionado, cuyo argumento nos resulta intrigante: “una historia de amor atípica”, utilizando las palabras de Hidalgo. Obra que pronto será publicada bajo la égida del sello editorial Alfaguara y que ya estamos deseosos de leer. 

     Finalmente, sirva este humilde homenaje a fin de felicitar y aplaudir a los autores antes señalados que hoy siguen dejando el emblemático nombre de nuestro país bien en alto. Seguimos esperando con ansias sus textos pues con estos seguirán rehaciendo la literatura venezolana del siglo XXI.

Referencias
·         Alcibíades, M. (2007). Ensayos y polémicas literarias venezolanas: 1830-1869. Casa Nacional de las letras Andrés Bello. Caracas: Venezuela.

·         Arráiz Lucca, R.(2009). Literatura Venezolana del Siglo XX. Editorial Alfa. Caracas: Venezuela.

·         Barrera Linares, L. (2005). La negación del rostro. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas: Venezuela.

·         Diccionario general de la literatura venezolana. (Año). Monte Ávila Editores Latinoamericana

·         González Stephan, B. (1990). Narrativa 80: Discurso populista e imaginario social en la Venezuela Petrolera. En Letras 47. Caracas: UPEL-IPC-CILLAB




[1] Decimos esto tomando en cuenta lo señalado por Mirla Alcibíades cuando dice “estoy convencida de lo ya expresado por estudiosos de nuestra ficción larga: la novela venezolana nace en 1842 con Los Mártires de Fermín Toro (por entregas en El Liceo Venezolano: Nº 2 al 7)”. A partir de allí, se inicia la narrativa larga evolucionando paulatinamente hasta llegar a nuestros días. 
[2] El género narrativo tiene un modo particular de formalizar el tiempo y el espacio, independientemente si se trata de la epopeya clásica, la novela de caballerías, la picaresca, el cuento fantástico o naturalista del diecinueve o la moderna narrativa con toda clase de malabarismos técnicos. De algún modo, el soporte básico es producir el efecto de historicidad a partir de la disposición de una anécdota o histórica; y esta refiere siempre un acontecer que se despliega en coordenadas espacio-temporales. Por lo tanto, hay una relación epistemológica entre narrativa y tiempo; mas aun, entre narratividad y percepción histórica de la realidad; epos y conciencia histórica de las representaciones del imaginario social.  (González Stephan, 1990, p.11)